Fiesta de Todos los Santo de la Orden de
Predicadores:
Oración:
Oh Dios, modelo de toda perfección, que
enriqueces siempre a tu Iglesia para edificar el cuerpo de Cristo con
diversos dones; concédenos que, siguiendo las huellas de todos los santos de
nuestra familia, gocemos un día, en comunión con ellos, de la gloria para
siempre. Por Cristo nuestro Señor, Amén.
LA SANTIDAD EN LA ORDEN DE SANTO DOMINGO.
Texto del Padre Ramón Martínez Vigil O.P. 1884.
La verdadera gloria y la verdadera grandeza de una Orden religiosa constituyela,
á no dudarlo, la santidad de sus miembros.
Siempre será verdad que el árbol se conoce por sus frutos. Hemos visto con qué ardor y con
qué feliz éxito se han ocupado los religiosos de la Orden de Predicadores en la
salud espiritual del pueblo cristiano. El estudio, la enseñanza, la
predicación, y las artes, bajo sus diferentes fases, han sido en todo tiempo
los medios de que se han valido para hacer bien á las
almas, pero sin olvidar jamás que Santo Domingo les había recomendado
especialmente la propia santificación, como precisa condición para trabajar
con fruto en la santificación de los demás. Debían de producir santos y más
santos, y multiplicarlos en cada siglo, y aún en cada año, á la manera de esos
árboles fecundos que dejan caer anualmente á sus pies los frutos producidos por
la abundancia de su savia y madurados por el calor del sol.
Bajo este punto de vista, la Orden de
Santo Domingo, produciendo santos sin cesar, por espacio de más de
seiscientos años, es un espectáculo bellísimo, que contemplan enajenados los
mismos espíritus celestiales. Desde su fundación, decía en él siglo pasado Clemente
XIV en la Bula de canonización de San Pío V, fué esta Orden religiosa como un
fértil campo que dio constantemente á la Iglesia hombres eminentes en doctrina
y santidad.
Y Pío IX afirmaba: De la familia de los
religiosos Predicadores, como de una mina riquísima, no cesan de salir hombres
ilustres por su santidad. El Omnipotente ha hecho ciertamente cosas
grandes en favor de esta Orden, y la ha enriquecido de santos.
No me preguntéis, decía Clemente X,
cuántos santos dio al cielo la Orden de Santo Domingo: contad, si podéis,
las estrellas que brillan en el firmamento, y entonces conoceréis el número de
santos que constituyen la familia del patriarca de Guzmán.
Es el cielo dominicano un firmamento
inmenso tachonado de innumerables astros, donde resplandecen con brillo
deslumbrador los apóstoles, los doctores , las vírgenes y los mártires.
Desgraciadamente la memoria de un número infinito de estos santos personajes ha
perecido para la historia, porque nuestros padres han pecado por exceso de
modestia en la materia. San Francisco de Asís, muerto cinco años más tarde que
Santo Domingo, fué canonizado en seguida,, y los religiosos menores,
poseídos de una santa emulación, llenaron el mundo con el nombre de su santo
fundador.
Los Dominicos, por el contrario, apartaban de la tumba de su padre á las turbas que
venían á venerarle, y ocultaban los milagros que allí se obraban.
Fué preciso que interviniese en el asunto el
papa Gregorio IX, dirigiendo á los religiosos de Bolonia severas
reprimendas por su negligencia y por su lentitud en pedir la canonización de su
glorioso fundador: el mismo Papa tuvo que tomar cartas en la promoción del
proceso.
Puede decirse que la Orden entera mereció,
hasta cierto punto, los cargos que el Soberano Pontífice dirigió al
convento de Bolonia. ¡Cuántos santos religiosos hubo, cuyas virtudes heroicas,
cuyos milagros, y hasta cuyos nombres, se han perdido para nosotros!
Dice un historiador del Beato Alberto Magno, hablando de los milagros de este
ilustre hijo de Santo Domingo, que se ha perdido la memoria de ellos por la
negligencia de los religiosos contemporáneos en escribir las actas.
Es verdad, — añade para disculparlos, que los religiosos de aquel tiempo apenas
paraban mientes en esas cosas, por la sencilla razón de que hacer milagros era
entre ellos cosa común, y en medio del número casi incontable de santos
personajes en que abundaba la Orden, los milagros de tal ó cuál santo
pasaban casi inadvertidos. En el siglo xvii dirigió un cargo análogo el
General Galamino á los Dominicos españoles de Filipinas.
Un religioso teatino, el P. Savonari, afirma que en el espacio de veinte años
murieron 3,000 dominicos en olor de santidad; y el Papa Clemente X, al instituir
una fiesta especial para honrar á todos los santos de la Orden de Predicadores,
decía que si se hubiese de asignar un día para cada uno de ellos, sería preciso
hacer un nuevo calendario. La Orden celebra, en efecto, el oficio de más de
doscientos santos y beatos, cuyo culto ha sido confirmado solemnemente por la
Iglesia.